22 marzo 2011

MENSAJE DE CUARESMA DE MONS. FRASSIA: OBISPO DE AVELLANEDA-LANÚS

MENSAJE DE CUARESMA 2011

Animo, se acerca nuestra liberación.

La Cuaresma camino hacia la Pascua.

En este año iniciamos la Cuaresma, siguiendo el Mensaje del Santo Padre, que la presenta, como históricamente surgió, paralela al itinerario del catecúmeno que se prepara para recibir su Bautismo, momento especial de gracia, que nos lleva a la profundización de nuestra fe y al compromiso cristiano. Nuestro bautismo no es un rito del pasado, ni un adorno que quedó allá en otro tiempo, sino que es la actualización del misterio de la muerte y resurrección de Cristo, por el sacramento morimos al pecado y resucitamos a la vida nueva, nos liberamos de la esclavitud de cualquier pecado para vivir ya como resucitados. El Santo Padre nos señala el trabajo de la cuaresma citando el Prefacio I de este tiempo: “Se intensifica el camino de purificación en el espíritu para obtener con mas abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo el Señor.” (Cfr. Mensaje de Cuaresma del Santo Padre, 2011. Intr.) Podríamos decir la penitencia cuaresmal debe mirar a tomarnos más en serio el bautismo.

Al mismo tiempo estamos viviendo como Diócesis de Avellaneda-Lanús, los primeros cincuenta años (Año Jubilar). Como Iglesia nos reunimos para celebrar, la primacía de Dios en nuestras vidas, el Señor nos ha convocado a ser parte de su Pueblo, por el bautismo nos construye como Pueblo. Pueblo que peregrina, entre luces y sombras, dolores y tristezas, con la alegría de la esperanza, con la certeza de “un futuro que nos invita a vivir sin fin en Él” (Cfr. Ibid. Nº. 2). Pero este Don, que es un regalo de su Amor de Misericordia, nos lleva a todos nosotros a volver a despertar de nuestros letargos, de nuestros egoísmos, de nuestras particularidades, de nuestros pecados. Debemos renacer espiritualmente con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a Él.

Por eso la Cuaresma es tiempo de Gracia y tiempo de Conversión. Pero no caigamos en la superficialidad de entregar solamente algunas cosas. Él toca nuestra existencia. En el bautismo fuimos incorporados a Él por eso, Él, cambia nuestra vida, Él nos sacó del pecado y de la muerte, Él nos eligió y nos confía llevar su nombre a todos los hermanos. Por eso nuestro desprendimiento tiene que tocar nuestro mismo ser. Muchos de nosotros podemos pensar, que es imposible cambiar, o que no es para tanto, o que estamos en un callejón sin salida, o que son los demás, los que viven mal, todos estos argumentos siguen siendo una excusa para desviar el centro de la cuestión.

La cuestión no son solo los otros, el tema es personal. Y yo ¿qué quiero hacer de mi vida?, ¿cómo pienso, cómo creo, cómo vivo? Yo ¿cómo vivo responsablemente mi existencia personal y el Bautismo que el Señor me regaló? Si Él está en mi vida, la cuestión no es solamente moral, en todo caso, esta es una consecuencia, Él me amó primero, su gracia nos precede, por eso es importante la decisión personal, íntima y convencida de que “Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe, todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza” (ibid. Nº 2).

Por todo esto querida Iglesia Diocesana, recomencemos de nuevo, en el Espíritu. Vivamos intensamente este período de gracia cuaresmal. Vivamos en espíritu y verdad este Año Jubilar. Reconociendo al Padre viviremos como verdaderos discípulos, como verdaderos hijos (gracia propia del bautismo la filiación) y seremos entonces mejores hermanos. Recuerda querida Iglesia has recibido el don, no lo desprecies, da testimonio de Él.

Que la Santísima Virgen Nuestra Señora de la Asunción nos enseñe y ayude a escuchar y que Santa Teresa de Jesús nos de pasión por la amada Iglesia.

+Mons. Rubén O. Frassia

Obispo de Avellaneda-Lanús

20 marzo 2011

1961/2011- Diócesis Avellaneda-Lanús. Cómo obtener Indulgencia Plenaria

asuncionAÑO JUBILAR DIOCESANO Indulgencia Plenaria

Con motivo del Año Jubilar diocesano, Mons. Rubén Oscar Frassia dio a conocer las disposiciones para alcanzar el don de la Indulgencia Plenaria para quienes, cumplidas las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice), deseen alcanzarlas o aplicarlas a las almas del purgatorio a modo de sufragio. Las condiciones para lograrla son:

1) Asistir a las siguientes Celebraciones Jubilares:

* Peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Luján: 2 de abril de 2011 ( Consultar en la Parroquia más cercana a su domicilio )

* Celebración del Corpus Christi: 25 de junio de 2011

* Fiesta Patronal de Nuestra Señora de la Asunción: 15 de agosto de 2011

* Clausura del Jubileo- Fiesta de Santa Teresa: 15 de octubre de 2011

2) Si visitan en forma de peregrinación al menos una de las siguientes Iglesias Jubilares: Catedral Nuestra Señora de la Asunción / Parroquia Nuestra Señora del Carmen (Wilde) / Parroquia Sagrado Corazón de Jesús (Lanús Este) / Parroquia Nuestra Señora de los Remedios (Remedios de Escalada) / Parroquia Nuestra Señora del Rosario (Piñeyro); y participando allí de alguna celebración jubilar propiamente dicha, o al menos realizando un tiempo de oración, concluyendo con la Oración del Padre Nuestro, el Credo y la invocación a la Santísima Virgen María

3) Si estando enfermos, son ancianos o no puedan salir de sus casas igualmente desean alcanzar dicha indulgencia, alejados de cualquier pecado y con la intención de cumplir las tres condiciones habituales; uniéndose espiritualmente a las celebraciones jubilares o a las peregrinaciones, y ofreciendo sus oraciones y sufrimientos por medio de la Santísima Virgen a Dios Misericordioso.

13 marzo 2011

EL GRAN MENSAJE DE CUARESMA DE S.S. BENEDICTO XVI

( MUY IMPORTANTE RELEER CADA DOMINGO DE CUARESMA, YA QUE PUNTUALIZA AL RESPECTO )

benedicto_xvi«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.
El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.
Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.

2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.
El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.
La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.
El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».
Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.
El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.
En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.

Benedicto XVI

11 marzo 2011

12-12-99 (17: 00 HS) – Testimonio de Marcia, de aquel día en la Parroquia de Lourdes.

(Veo a la Virgen aparecer en el salón de actos de la escuela y dijo:)

"Oremos el Rosario. El ayuno detiene las guerras, las evita y suspende las leyes naturales.

La oración alivia el Corazón de mi Hijo y el mío"

(La veo sacarse el Corazón y ofrecerlo. Veo mucha luz y veo muchos ángeles a su

alrededor y al Arcángel San Miguel a su lado. Oigo a la Virgen decir: )

"Os amo a todos hijos míos. Que Dios os bendiga. Amén, amén y amén."

Mientras elaborábamos el testimonio del 7 de marzo de 2.011, recibimos la noticia de la tragedia de Japón y la amenaza de maremoto en los países hermanos del Pacífico.

¡Cuántas tragedias se pueden evitar, si el mundo se abraza a tu mensaje!

Con la letra de esta canción, que han escrito con total dedicación a la Madre de Lanús, les compartimos fotos y videos, perfumados de oración por el alma de quienes han perdido la vida, por la templanza de sus seres queridos, por la solidaridad necesaria entre hermanos y por los gobiernos que deben atender la catástrofe.

100_0002

VENIMOS LOS PEREGRINOS

A LA PLAZA DEL ENCUENTRO,

PARA ELEVAR A LA MADRE

NUESTRAS PLEGARIAS Y REZOS.

100_0006

PARA PEDIR POR LOS POBRES

Y LOS MÁS NECESITADOS,

LOS QUE SUFREN INJUSTICIAS

Y LOS QUE ESTÁN ALEJADOS.

P2070059

SANTA MARÍA DEL ESPÍRITU SANTO

CUIDA NUESTRA FAMILIA,

CÚBRELA CON SU MANTO.



QUE CADA PÉTALO

DE ROSA PERFUMADO,

NOS MUESTRE QUE EL SERVICIO

ES AMAR AL HERMANO.

100_0027

EL SOL DANZA DE ALEGRÍA

CUANDO SIENTE SU PRESENCIA

Y NOSOTROS, DE RODILLAS,

VENERAMOS TU REALEZA.

100_0022

MADRE, TE NECESITAMOS.

QUÉDATE AQUÍ A NUESTRO LADO,

PARA COMPARTIR LA VIDA

CON LAS CUENTAS DEL ROSARIO.

100_0037

SANTA MARÍA DEL ESPÍRITU SANTO

CUIDA NUESTRA FAMILIA,

CÚBRELA CON SU MANTO.



[caption id="attachment_598" align="aligncenter" width="300" caption="( se distorsionan las fotos al pasar la Procesión del Santísimo )"]( se distorsionan las fotos al pasar la Procesión del Santísimo )[/caption]

QUE CADA PÉTALO

DE ROSA PERFUMADO,

NOS MUESTRE QUE EL SERVICIO

ES AMAR AL HERMANO.

03 marzo 2011

7 DE MARZO: MARÍA VOLVERÁ A DESCENDER PARA BENDECIRNOS.

El Lunes 7 de Marzo, estaremos una vez más junto a Nuestra Madre, que nos lleva al Hijo Redentor. ( Plaza Carlos Auyero, Salta y Arias, Lanús este )

3088347882_aa8cacbfef



Queremos recordar que si bien en su último mensaje público a Marcia, de noviembre de 2008, la Virgen prometió estar presente cada día 7 a las 17 hs., no debe privarse nadie de vivir este particularísimo y amorsísimo encuentro, por no pode ir en ese horario. Las obligaciones laborales, la lejanía, el cuidado de niños, ancianos, enfermos, etc. muchas veces impide que se pueda estar allí, a esa hora.

Peregrinar en el horario que puedas, cada día 7, tendrá exactamente el mismo valor. Y el Amor de Nuestra Madre es tan grande, que cuando llegues a este Lugar Santo ( como suelen llamarlo muchos sacerdotes ), María del Espíritu Santo estará allí para vos. Para llenarte de su ternura de Madre.

Ternura de Madre

( Padre Tomás Rodríguez Carbajo )
El amor de María para con nosotros es materno, esta cualidad añadida al amor le identifica como algo peculiar y característico de la madre, lleva consigo delicadeza, esmero.


Todo lo que es vital no está regido por unos baremos matemáticos, indefectibles, tiene sus leyes de crecimiento que pueden estar influenciadas o determinadas por condicionamientos propios en cada ser vivo.

María vive cerca de cada uno de nosotros, pues, somos sus hijos, a todos nos ama con ternura de madre y por lo tanto irrepetible, esto hace que cada uno ha de sentirse “en casa” y procurar servirse de todo para adoptar una actitud propia y peculiar, filial para con María. No todos los hijos tienen la misma actitud ante la madre.

El amor hacia una o varias personas es irrepetible. El amor tiene una misma palabra, pero nunca se repite.

El amor de María para con nosotros siempre es tierno, porque tiene su fundamento en que es Madre de Cristo, con el mismo corazón con que ama a su Hijo, nos ama a nosotros sus hijos.

La ternura se muestra en momentos difíciles, delicados, la vemos reflejada en las imágenes de la Piedad, cuando María tiene en su regazo a su Hijo muerto, cuando tiene en sus brazos a Jesús Niño.

El amor materno de María es continuo, lo que nos lleva a vivir una presencia mariana, que es una consecuencia de seguir a Cristo o compartir la vida con Él.

La vivencia de María se deja entrever en el modo de vivir y de hablar que cada uno tiene del misterio de Cristo, ya que en Él termina el amor que profesamos a la Madre y a la luz de Cristo conocemos y comprendemos a María como Madre, Corredentora, Medianera...

Hay imágenes tildadas ya con este nombre “La Virgen de la Ternura” quieren expresar el amor delicado, tierno, materno hacia el Hijo, reflejo del que nos tiene a cada uno de nosotros. María y Jesús están íntimamente relacionados; Madre e Hijo unidos no sólo por los vínculos de la sangre, sino por la fe y obediencia la Padre.

La manifestación externa de la ternura nos lleva a una intimidad y cercanía, realidades éstas que tenemos que tener con María, porque es nuestra Madre y nadie como Ella nos puede conocer y ayudar.

Sintiendo en nosotros las caricias tiernas de María, nos animamos a seguir de cerca a Jesús, quien fue el que más muestras de ternura recibió de su Madre. La ternura, la sonrisa de María nos ayuda a comprender mejor el misterio de Dios.

En el regazo de María todos los redimidos cabemos, pues, al ser Madre de Jesús, cabeza de la Iglesia, es Madre de todos los redimidos y discípulos de su Hijo. Por eso la aclamamos:
Amor maternal
Del Cristo total.

( RECORDEMOS LLEVAR ROSAS PARA JESÚS Y LA VIRGEN Y ALIMENTOS NO PERECEDEROS, DE IGUAL CALIDAD QUE LOS QUE CONSUMAMOS HABITUALMENTE, PARA LOS NECESITADOS QUE ATIENDE EL PADRE JORGE )