17 enero 2010

La Coronilla a la Divina Misericordia

           La misericordia define nuestra actitud ante cada persona. El Señor Jesús dijo a Sor Faustina: Exijo de ti obras de Misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo, ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formas de ejercer misericordia: la primera es la acción, la segunda la palabra y la tercera la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y eres un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia.

            El Señor Jesús dictó esta oración a Sor Faustina en Vilna, en 1935. En las revelaciones posteriores mostró su importancia y eficacia así como transmitió las promesas a ella vinculadas.
            En esta oración ofrecemos a Dios Padre "el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad" de Jesucristo, nos unimos a su sacrificio en la cruz para salvar al mundo.
            Rezando esta coronilla cumplimos el acto de amor al prójimo que -junto a la confianza- es la condición indispensable para alcanzar gracias.
            "A las almas que recen esta coronilla -prometió Jesús- me place concederles todo lo que me pidan" y agregó: "si (...) está de acuerdo con mi voluntad". Las promesas particulares se refieren a la hora de la muerte: es la gracia de una muerte feliz y serena. La pueden recibir no sólo quienes recen esta coronilla con confianza y perseverancia, sino también los moribundos si otras personas la rezan en torno a su lecho. "Los sacerdotes -dijo Jesús- la recomendarán a los pecadores como la última tabla de salvación. Hasta el pecador más empedernido si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de la misericordia infinita". Por lo menos una vez, pero con la actitud conforme al contenido de la oración y ante todo con fe, confianza y humildad, así como con un arrepentimiento profundo y sincero.

LA CORONILLA A LA DIVINA MISERICORDIA
(para rezarla con las cuentas del Rosario)

Al Comienzo:

Padre Nuestro
Ave María
Credo

Al comienzo de cada decena (cuentas grandes):

Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero (una vez).

En cada cuenta de la decena:

Por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero (diez veces).

Al terminar:

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero (tres veces).

LA HORA DE LA MISERICORDIA:

               "Cuantas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y, especialmente, para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada alma". "Esta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero".
               El Señor Jesús desea que cada día sea venerado el momento de su agonía en la cruz (las tres de la tarde), en el que -según dijo- "se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia".
              "En esta hora -enseñó Jesús a Sor Faustina- procura rezar el vía crucis, en cuanto te lo permitan los deberes; y si no puedes rezar el vía crucis, por lo menos entra un momento a la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a mi Corazón que está lleno de misericordia. Y si no puedes entrar a la Capilla, sumérgete en oración allí donde estés, aunque sea por un brevísimo instante".

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