18 enero 2010

¿Qué es tener fe?

         En este mundo nos dan muchas soluciones para arreglar las cosas, caen de todas partes miles de remedios para todos los problemas, nuevas formas, maneras, nuevos estilos: desde una propaganda de un papá que lo arregla todo, todo, un café de la alegría, una marca de agua que da la vida… hasta el último aparato que te reemplaza en tus obligaciones, mientras tú puedes estar en “tus diversiones”. Así las cosas, no deberían haber preocupaciones por nada, bastaría con oír la radio, encender el televisor y ya estaría… Pero la realidad es contundente y nos despierta de los sueños.
         La vida no es un sueño, es para vivirla, pero no de cualquier forma, sino con responsabilidad, sabedores de la verdad de nuestro ser y del ser del mundo, conocedores del sentido del dolor y de la muerte, del bien y del mal, de nuestra libertad, de nuestro destino último y de la existencia y esencia de Dios. Es importante entender que el Creador nos ha dado autonomía para gestionarnos, pero que nuestra autonomía es limitada, porque necesitamos a los demás y necesitamos al Creador. Nuestra vida es un regalo de Dios y tiene mucho sentido cuando es vivida con los otros, aunque para entender esto se necesita la fe.
          El testimonio de los santos y de los mártires es ejemplar, porque nos han desvelado con sus vidas heroicas, la fuerza de la obediencia a Dios en situaciones delicadas y dolorosas y cómo han preferido la defensa de la fe, antes que la propia vida.
           La fe es la adhesión personal del hombre entero a Dios que se le revela. Creer es entregarse a la Verdad por la confianza que nos inspira la Persona que nos habla. Jesucristo es la Verdad, el Camino y la Vida. La fe consiste en una relación íntima con Cristo, una relación basada en el amor de quien nos ha amado primero y se ha entregado a una muerte de Cruz, por nosotros. Esta es la respuesta más adecuada a quien ha derramado, por nosotros, hasta la última gota de su sangre: un corazón abierto, entregado y misericordioso, como vemos en las lecturas de la Palabra de Dios. Debemos fiarnos de Jesús, incluso en los momentos de prueba, seguirle siempre por el camino que conduce a la Vida, aunque este sea estrecho o debas cargar con la cruz, porque Dios no defrauda. El Papa, Benedicto XVI, nos decía que si confiamos en Cristo no perdemos nada, sino que lo ganamos todo, porque en sus manos nuestra vida adquiere su verdadero sentido.
          Si confiamos en Dios aprendemos a ser misericordiosos, como lo es Él, porque la misericordia es el amor en práctica. “Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzaran misericordia” (Mt 5,7).

           La fe es creer en lo que no se puede ver y guardar la calma cuando todo es turbulento. No es pasiva, ¡es poner las creencias en práctica! oír lo imperceptible y ver lo invisible, creer lo increíble y recibir lo imposible.
           La fe va en contra de las expectativas y condiciones naturales, es crear un vacío en el corazón para que lo llene Dios. No es creer simplemente que Dios puede hacer algo, ¡SINO QUE LO HARÁ! Con fe, la respuesta no sorprende, ya se sabía que sucedería.
           Tener fe es permanecer en tu puesto cuando todos los demás desertan. Es quemar las naves para no poder volver atrás y estar dispuesto a pagar cualquier precio. Es hacer lo que Dios pide hoy y creer que Él hará mañana lo que ha prometido.
           La fe es lo contrario del temor, elegir a Dios a pesar de las demás posibilidades, confiar en Su Palabra y no en lo que te dicen tus sentidos, estar dispuesto a morir confiando.
            La fe es como un músculo que se vuelve fuerte y flexible al ejercitarlo.
           Tener fe es aceptar los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos.
            Tener fe es dar cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente, puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da.

            Tener fe es creer cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes y Dios es la energía que mueve la vida hacia grandes derroteros.
            Tener fe es guiar nuestra vida no con la vista, sino con el corazón. La razón necesita muchas evidencias para arriesgarse, el corazón necesita sólo un rayo de esperanza. Las cosas más bellas y grandes que la vida nos regala no se pueden ver, ni siquiera palpar, sólo se pueden acariciar con el espíritu.
           Tener fe es levantarse cuando se ha caído. Los reveses y fracasos en cualquier área de la vida nos entristecen, pero es más triste quedarse lamentándose en el frío suelo de la autocompasión, atrapado por la frustración y la amargura.
            Tener fe es arriesgar todo por Dios. Nada de lo que merece la pena en esta vida puede lograrse sin una dosis de sacrificio que implica desprenderse de algo o de alguien, a fin de adquirir eso que mejore nuestro propio mundo y el de los demás.
            Tener fe es ver positiva y confiadamente hacia delante, hacia nuestro encuentro con nuestro Señor Jesucristo, no importa cuan incierto parezca el futuro o cuan doloroso el pasado. Quien tiene fe hace del hoy un fundamento del mañana y trata de vivirlo de tal manera que cuando sea parte de su pasado, pueda verlo como un grato recuerdo.
             Tener fe es confiar en María y Jesús. Muchos confían en lo material, pero viven relaciones huecas con sus semejantes. Cierto que siempre habrá gente que te lastime y traicione tu confianza, así que lo que tienes que hacer es seguir confiando y sólo ser más cuidadoso con aquél en quien confías dos veces.
            Tener fe es buscar lo imposible, sonreír y orar cuando tus días se encuentran nublados y tus ojos se han secado de tanto llorar. Tener fe es no dejar nunca de desnudar tus labios con una sonrisa, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes cuando tu sonrisa puede dar luz y esperanza a la vida de alguien que se encuentre en peor situación que la tuya.
            Tener fe es dejarse conducir por nuestra Madre y Padre del cielo en los caminos de la vida de la forma en que un niño toma la mano de su padre. Es que dejemos nuestros problemas en las manos de Ellos y nos arrojemos a sus brazos antes que al abismo de la desesperación. Fe es que descansemos en Él y Ella para que nos cargue, en vez de cargar nosotros nuestra propia colección de problemas.

No hay comentarios: